Sin orden ni concierto. Ese era el trato.
Cartas desde el otro lado del charco, intensas y viscerales. Que surgieran, brotaran, sin la necesidad de forzar. Y así ha sido: ni una hasta la fecha.
He seguido al pie de la letra el consejo que hace unas semanas me dio Alex, mi editor de Viajes National Geographic: Nunca vas a tener tanto tiempo para ti misma. El resto ahora es secundario. Y añadía: Cuidado, que engancha. Él lo sabe bien, estuvo dos años recorriendo Latinoamérica, pero no es el único que tenía la certeza de que no iba a volver en la fecha “planificada”.

Fueron muchos, muchas, los que al comentar que venía a Perú respondían al instante: No vuelves en febrero.
Tras dos meses intensos de viajes e increíbles reportajes (Cusco, Machu picchu, Arequipa, Puerto Maldonado e Iquitos -un poquito de autobombo de nuestro primer re-por-ta-ja-zo de este viaje-), debería haber cogido mi vuelo de vuelta a España hace cinco días.
Un mes más, me digo con la boca pequeña, los puños cerrados y el corazón encogido hasta el extremo.
Y llega un viaje a Chile que lo cambia todo.

Y la frase de (posiblemente) la única persona a la que atiendo ipso facto y sin titubear. Lo que se va no vuelve. Quédate, no lo pienses. Si te vuelves, te vas a arrepentir.
Vuelve cuando tengas que volver.
Desde Lima suena…
“… Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena”.
Haruki Murakami, Kafka en la orilla.
Juntando letras
Ya estaba en el corazón, ahora está grabado en la piel.
El libro…
En una palabra, regresar. Regresar para saber quién fui, que es tanto como decir para saber quién soy.
E identificarme con Maruja Torres y es su Mujer en Guerra, Más masters da la vida, un libro herrumbroso hallado en un mercadillo de segunda mano en el barrio de Magdalena del Mar -manda coj***s que me compre a M.T. estando en Perú-. Y encontrar la respuesta a preguntas que no hace falta siquiera hacerse.
Siempre me preguntan si el periodismo me ha impedido formar un hogar, respondo que fue al revés. Era el hogar lo que me impedía levantar el vuelo en el periodismo.
Todo esto para deciros que me quedo aquí. Un poquito más. Al menos hasta la próxima luna.
Y ahora que he vuelto, os tengo que contar sobre las guerras bélicas del Cusco, lo bizarro y canalla de Iquitos, la lectura de hojas de coca y la belleza -y a la vez el pavor- que produce el rugir de los truenos en plena noche en el Amazonas cuando solo oyes el murmurar del río y tu propia respiración. En ese momento acababa de cumplir 30.
Todavía queda mucho por decir, por contar, por vivir.
Escucha aquí los sonidos de la selva.
Mucho que vivir, cuánto me alegro de que te quedes Lu. Es que es así, lo que se va no vuelve 💙.